HISTORIAS DE TERROR


EL CADAVER DE LA NIÑA
Una familia con una niña de 6 años se mudó a su nueva casa, ubicada en una tranquila zona alejada del centro de una ciudad. Los primeros días fueron normales hasta que la pequeña comenzó a hablar durante sus sueños, despertando agitada y nerviosa. Estos problemas empezaron a incrementarse cuando la niña comenzó a levantarse sonámbula y recorrer su habitación, llegando incluso a bajar las escaleras, con el peligro que eso conllevaba.
Las historia se repetía noche tras noche y agravándose ya que la niña salía de su casa y se dirigía al patio de la parte trasera de la casa, comportándose de manera extraña. Los padres se iban preocupando cada día mas hasta que decidieron llevarla a un siquiatra, que no encontró nada extraño en el comportamiento de la niña. Lo más curioso del comportamiento es que cuando se dirigía al patio, comenzaba a cavar con sus manos siempre en el mismo lugar y balbuceando algo acerca de una niña.
Tras varias semanas repitiendo la misma situación, la niña aseguró que allí había una niña de su misma edad que pedía ayuda… Los padres se horrorizaron de la situación y decidieron cavar en el mismo lugar, logrando a los pocos minutos encontrar algo sorprendente: el cadáver de una niña.
Según las pericias policiales se trataba de una menor de 6 años que estaba desaparecida desde hacía un par de años atrás.

LA PAREJA DEL PARQUE
Esta leyenda urbana hace referencia a una pareja de jóvenes que decide ir a un parque alejado del centro de una ciudad para pasar un grato momento juntos, lejos del ruido y la contaminación que generalmente rodean a un centro urbano. Tras un par de horas, deciden que es el momento de volver a sus hogares pero con malestar el joven se da cuenta que el vehiculo no arranca.
Tras varios intentos fallidos, el joven decide que es momento de ir a pedir ayuda pero como no quiere dejar el auto solo, le pide a su novia que se quede cuidándolo hasta que pueda volver.
La mujer más que asustada, acepta a regañadientes y tras ver partir a su novio, cierra con firmeza todos los seguros. El tiempo pasa lentamente y el miedo comienza a apoderarse de la joven hasta que de repente siente un ruido en el exterior, más precisamente en el techo del auto, como si una rama hubiera golpeado o rozado la parte superior del vehículo.
Finalmente termina cayendo rendida al sueño y se despierta sobresaltada cuando le golpea la ventanilla un agente de policía. Este amablemente le solicita que se baje del vehiculo pero que de ningún modo se de vuelta hacia atrás. La joven hizo caso omiso a esta advertencia y al darse vuelta vio con horror que era el cadáver de su novio el objeto que había hecho el ruido del golpe contra el techo del auto…
Alguna vez, en la familia de Lorena ya había ocurrido que a sushermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o inclusoempujado... La noche en que le ocurrió a Lorena este breve episodiodormía sola. Compartía habitación con su hermana pequeña, pero ella noestaba.
    Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueñoestirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarradapor su brazo izquierdo, y allí permació todo el tiempo.
    Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió:
Ungolpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis la despertó degolpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quietamirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido,seguía abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenidotiempo de entrar, pegarle y luego salir...
    Pensó y recordóotro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unosamigos a celebrar un weekend en una casa de Icona en mitad de unamontaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, peroella no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó.
    La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -unamplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio yuna litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga.
   Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció enel salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiestano acabaría hasta el día siguiente. Lorena, por algún extraño motivo,no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir.
    No era cóm
Alguna vez, en la familia de Lorena ya había ocurrido que a sushermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o inclusoempujado... La noche en que le ocurrió a Lorena este breve episodiodormía sola. Compartía habitación con su hermana pequeña, pero ella noestaba.
    Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueñoestirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarradapor su brazo izquierdo, y allí permació todo el tiempo.
    Cuando ya estaba
Alguna vez, en la familia de Lorena ya había ocurrido que a sushermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o inclusoempujado... La noche en que le ocurrió a Lorena este breve episodiodormía sola. Compartía habitación con su hermana pequeña, pero ella noestaba.
    Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueñoestirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarradapor su brazo izquierdo, y allí permació todo el tiempo.
    Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió:
Ungolpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis la despertó degolpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quietamirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido,seguía abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenidotiempo de entrar, pegarle y luego salir...
    Pensó y recordóotro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unosamigos a celebrar un weekend en una casa de Icona en mitad de unamontaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, peroella no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó.
    La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -unamplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio yuna litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga.
   Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció enel salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiestano acabaría hasta el día siguiente. Lorena, por algún extraño motivo,no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir.
    No era cómodotumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada-sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni ellasabía, Lorena decidió tumbarse en una esquina de la litera, con elcuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia sucabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer loque hizo: tocarle el pecho.
    No recordaba si era el izquierdo oel derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánicoque sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no habíaespacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña.
    También enaquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y  notar cómoabría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. Lapareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más.
    Sudeterminación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufriralucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo.Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió sutripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo.  
empezando a dormirse ocurrió:
Ungolpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis la despertó degolpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quietamirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido,seguía abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenidotiempo de entrar, pegarle y luego salir...
    Pensó y recordóotro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unosamigos a celebrar un weekend en una casa de Icona en mitad de unamontaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, peroella no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó.
    La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -unamplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio yuna litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga.
   Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció enel salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiestano acabaría hasta el día siguiente. Lorena, por algún extraño motivo,no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir.
    No era cómodotumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada-sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni ellasabía, Lorena decidió tumbarse en una esquina de la litera, con elcuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia sucabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer loque hizo: tocarle el pecho.
    No recordaba si era el izquierdo oel derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánicoque sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no habíaespacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña.
    También enaquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y  notar cómoabría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. Lapareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más.
    Sudeterminación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufriralucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo.Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió sutripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo.  
odotumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada-sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni ellasabía, Lorena decidió tumbarse en una esquina de la litera, con elcuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia sucabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer loque hizo: tocarle el pecho.
    No recordaba si era el izquierdo oel derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánicoque sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no habíaespacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña.
    También enaquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y  notar cómoabría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. Lapareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más.
    Sudeterminación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufriralucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo.Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió sutripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo.  

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